martes, 30 de octubre de 2012

"Visa para un beso", de Andrés Suárez

    Una copa de vino blanco, por favor. Mirando directamente a los ojos. Como acostumbro. Como siempre ha sido. Huelo a tabaco. Allí a lo lejos, o tan cerca, la barra de bar. Contigo.... y después con el ron-cola, lo que siempre y al final, tomo. ¿No es muy de izquierdas? me decías. ¡Claro! Y ese nervio por el cuerpo.

    ¿Recuerdas todo eso? Esas noches de alcohol que ni tú entendías y esa falsa seguridad en mi misma. Yo que me creía tanto, y al final mira... si yo sólo quería irme a Buenos Aires para perderme. Por / para cambiar. Qué falso era todo.






P.S: Aquí y ahora.... quiero a mi vecino de al lado. Y que él no sepa tanto...
P.S 2: Busco visa para un beso.

lunes, 22 de octubre de 2012

"MISIÓN OLVIDO", de María Dueñas

    No me preguntes por qué, visitante, pero soy de esa clase de chicas que escribe cartas y a la que nunca le responden. Hojas de papel de libreta (pues nunca me gustaron las cartas en folio, me da miedo tanto vacío, qué le voy a hacer) en las que deposito mis sentimientos más o menos fuertes.

    Y es curioso porque la esperanza nunca me abandona incluso cuando sé que esa carta nunca va a ser contestada. Así que lo que suelo hacer es una copia de ese pedazo de sentimiento para mí. Para que no se me olvide nunca lo que sentía en ese momento concreto (todas están fechadas al detalle) por esa persona.

    El caso es que siempre que vuelvo a encontrarme con esa persona en cuestión: miro al suelo con las manos metidas en mis bolsillos. Y no es por darme un aire de justa melancolía. Qué más quisiera yo. Es que me da vergüenza.

    Me da vergüenza que sepan que he escrito esa carta donde expongo a  la luz lo que siento. Y lo que es peor aún: me da vergüenza que haya significado tan injustamente poco para esa persona que ni siquiera se haya tomado la molestia de escribir unas pocas líneas para mi.

    Y es que pienso que las cartas, cuando pasa el tiempo, son el testimonio vivo de los recuerdos. Se dice tanto entre líneas... tanto que podrían escribirse cartas enteras sólo con todo lo que se dice entre ellas.

    Estos pensamientos vinieron a mi mente justo después de cerrar la novela de María Dueñas: "Misión Olvido".

"Incapaz de recomponer sus propios pedazos, la profesora Blanca Perea acepta a la desesperada lo que anticipa como un tedioso proyecto académico. Su estabilidad personal acaba de desplomarse, su matrimonio ha saltado por los aires. Confusa y devastada, la huida a la insignificante universidad californiana de Santa Cecilia es su única opción. El campus que la acoge resulta, sin embargo, mucho más seductor de lo previsto, agitado en esos días por un movimiento cívico contrario a la destrucción de un paraje legendario a fin de construir en él un enorme centro comercial. Y la labor que la absorbe —la catalogación del legado de su viejo compatriota Andrés Fontana, fallecido décadas atrás— dista enormemente de ser tan insustancial como prometía. A medida que se afana en vertebrar la memoria de aquel hispanista olvidado, junto a ella va ganando cercanía Daniel Carter, un colega americano veterano y atractivo que no ocupa el sitio que debería ocupar. Entre ambos hombres, uno a través de sus testimonios póstumos y otro con su complicidad creciente, Blanca se verá arrastrada hacia un entramado de sentimientos encontrados, intrigas soterradas y puertas sin cerrar. ¿Por qué nadie se preocupó nunca de rescatar lo que Andrés Fontana dejó a su muerte? ¿Por qué, después de treinta años, alguien tiene interés en que todo aquello se destape al fin? ¿Qué tiene que ver la labor inconclusa del viejo hispanista con todo lo que está ocurriendo ahora en Santa Cecilia? ¿Qué le movió a desempolvar la historia no contada de las misiones del Camino Real? Antes de encontrar respuestas, Blanca aún tiene mucho que entender.   Amores cruzados, certezas a medias e intereses silenciados que acabarán por salir a la luz. Viajes de ida y vuelta entre España y Estados Unidos, entre el presente y el pasado de dos lenguas y dos mundos en permanente reencuentro. Entre el hoy y el ayer de aquellos trasterrados que, saltando fronteras y obstáculos, vivieron a caballo entre ambos empujados por la necesidad..."

    No hubiera querido que mi primera reseña negativa fuera de esta novela de María Dueñas, sobre todo porque la primera "El tiempo entre costuras", me sorprendió muy gratamente. Pero en fin, sintiéndolo mucho, así es.

    Es una novela que se lee bien, sencilla, sin complicaciones. Y esto último es justo lo que no quiero ver en una novela. A la protagonista le abandona el marido. Este hecho parece ser que es el único negativo que ha tenido en su vida, porque por lo que cuenta: todo lo sale bien.

    Que necesita irse de España justo cuando comienza el curso en la universidad: pues le salen 3 becas para irse a donde quiera. Que no sabe cómo la van a tratar en California: pues estupendamente bien, cómo no. La invitan a sitios, la llevan de viaje, a cenar. Todo es ideal, vamos.

    Descripciones: 0. No he leído nunca una novela donde se describan tan pocas cosas. Quizás esto hace que no consigas adentrarte en la historia. Los hechos te son ajenos a fuerza de que no te describa bien ni las situaciones, ni los paisajes, ni los momentos.

    Y por último, el argumento en sí no llama la atención. No es un argumento sólido que de una manera fuerte hile el contenido de la novela. Es más bien sutil, por lo que hace que pierda fuerza la historia.

    En cuanto al personaje principal, Blanca Perea (que la pongo de principal porque es el personaje más definido en toda la novela), coincido con Norah Bennett en su blog: http://enelrincondeunacantina.blogspot.com.es/2012/10/mision-olvido.html cuando la describe como un personaje con corazón y cabeza.

    Resumiendo: No la recomiendo. No tiene un argumento lo suficientemente firme como para que la trama se mantenga en pie por sí sola. Ni siquiera me gusta el retrato que hace de la España de los años 30 y 50, ni de California. Da la sensación de que no se ha documentado lo suficiente. 

    Y hablo de cartas, visitante, en esta reseña porque uno de los personajes de la novela, fallecido, parece que se quiera comunicar con los vivos mediante las cartas que escribió a las misiones californianas. Él tuvo suerte y sí le contestaron.

    Pero tampoco me hagas mucho caso. Total, yo sólo soy de esa clase de chicas que escribe cartas y  a la que nunca le responden.

    Y como fue a través de mi pared azul y de sus palabras al otro lado del teléfono como me enteré de la existencia de esta novela....

P.S: ... sé con certeza que mi vecino de al lado es de esa clase de chicos que nunca contestan las cartas que le envían.

 

   


   
   

    

viernes, 12 de octubre de 2012

"Knocking on heaven's door", Bob Dylan

    Como al señor Zimmerman no le han premiado con el Nobel mi homenaje, humilde, desde aquí. O desde allí. En mi memoria, en aquel piso rojo lleno de papeles, envuelta en humo, llamando a las puertas del cielo (mi cielo) con ronca voz y guitarra desafinada llorando a rabiar. Y no podía ser mejor. Para los que me oyeron. Para los que me oirán (leerán, o eso espero). ¿Y todavía se acerca esa gran nube negra? La respuesta, visitante, está, y como no, en el viento.





 P.S: Para mi vecino de al lado, por lo tanto que imaginas...


viernes, 5 de octubre de 2012

"LA SOLEDAD DE LOS NÚMEROS PRIMOS", de Paolo Giordano

    El sonido de un fuerte golpe me despierta de repente. No sé qué hora es. No sé qué día es. Ni siquiera sé qué hago llorando. Me incorporo y descubro de donde ha venido el sonido del golpe: mi ventana azul se ha cerrado por el viento. No puedo levantarme. Algo me obliga a mantenerme sentada sobre la cama. Observo mi habitación, mis cosas y, visitante, no me reconozco. ¿Todos esos objetos me pertenecen? ¿me definen? ¿dicen como soy? Y sé que algún día echaré de menos todo esto. Pero hoy... Hoy no. Hoy odio todo y me odio a mi misma. ¿Cuándo pasará esta triste tormenta? ¿cuándo se irá esta niebla que nubla mi mente? ¿ cuándo me iré de aquí para no volver, ni mirar atrás nunca más? Un sonido procedente de la habitación de mi vecino de al lado me despierta de estas negras ensoñaciones. Consigo levantarme, abrir la ventana y respirar el aire que viene de allí lejos. Del mar que no veo. 

    Un libro reposa sobre el alféizar de la ventana de mi vecino de al lado. Extiendo el brazo y lo cojo. Leo: "La soledad de los números primos".

     «En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.» 

    Y yo que nunca he sido de números, me siento atrapada por este caos matemáticos (caos para mi, claro). Y suscita en mi mente una pregunta: ¿ te sientes solo y como consecuencia los demás se alejan de ti o como los demás se alejan de ti te sientes solo? ¿o es por una combinación de ambos factores? 
El libro cuenta la historia de dos jóvenes que quedan marcados para el resto de sus vidas por un suceso traumático que ocurrió durante su infancia. Estos hechos son los que hilan la historia, los que acerca y a la vez separa a sus protagonistas que se encuentran cada uno hundido en un pozo del que es muy difícil salir.

    Es una novela dura donde el autor no realiza "florituras literarias". Es directo hablando de la soledad pura y dura. 

    Mucha gente ha criticado este libro argumentando que el comparar a sus personajes principales con números primos hace que no llegues a empatizar nunca con los jóvenes protagonistas. Y a mi me parece una metáfora fantástica para llegar a la esencia de la soledad. Ya ves tú.

    Hace años una profesora de literatura de mi instituto dijo en clase que, a menudo, las personas que estudiaban ciencias escribían mucho mejor que los  que provenían de humanidades porque tenían más claro lo que querían escribir. Y este libro es un buen ejemplo de que no estaba tan equivocada como yo pensaba (tengo otro buen ejemplo sobre esta "teoría").

    En definitiva, si quieres reír, no leas esta novela.

    Acabo el libro y me encuentro una nota al final del mismo. Una nota de mi vecino de al lado.

"Te recuerdo como eras en el último otoño.
 Eras la boina gris y el corazón en calma. 
 En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
 Y las hojas caían en el agua de tu alma.

 Apegada a mis brazos como una enredadera,
 las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
 Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
 Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

 Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
 boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
 hacia donde emigraban mis profundos anhelos
 y caían mis besos alegres como brasas.

 Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
 Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
 Más allá de tus ojos ardían crepúsculos.
 Hojas secas de otoño que giraban en tu alma."

Pablo Neruda

    Suavemente deslizo el libro de nuevo hacia donde lo encontré. Hacia su dueño.

    Respiro tranquila.